#104. La Dieta Ancestral. Por qué no comer como nuestros ancestros.
Algo no encaja.
Cada vez sabemos más sobre salud, pero las tasas de enfermedad crónica, de hipertensión, de diabetes... son tremendamente elevadas.
Y ante la falta claridad, un mensaje muy repetido: “Vuelve a lo ancestral”.
Como si el pasado guardara una receta mágica o existiese un patrón universal ancestral.
Pero… ¿Hubo realmente una única dieta humana? ¿De verdad debemos debemos imitarla?
Vamos a verlo.

Imagina por un momento esta escena: un ser humano de hace 40.000 años, piel curtida por el frío, manos agrietadas por la intemperie, observando, con un hambre atroz, el horizonte en busca de algo que llevarse a la boca. Él no lo sabe, pero un día, miles de generaciones después, alguien usará su modo de vida para justificar dietas modernas que prometen salud perfecta con solo imitar el pasado.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿tiene sentido hablar de “la dieta ancestral perfecta”?
El atractivo casi mágico de lo “ancestral”.
Es comprensible. El relato es persuasivo, y parece convincente. “Come como tus antepasados y recuperarás la salud que te quitó la vida moderna”.
En este contexto, propuestas como la dieta paleo o la dieta carnívora se han expandido mucho en foros y en redes sociales, apoyándose en la premisa de que el ser humano ha evolucionado comiendo principalmente carne. Incluso figuras mediáticas con mucha repercusión como Paul Saladino, uno de los principales defensores de la dieta carnívora, construyó toda una identidad pública sobre esa premisa.
Curiosamente, años después, terminó "rectificando" y empezó a introducir alimentos como fruta o miel en su dieta, así como una gran proporción de vegetales, cuando había defendido siempre lo contrario.
Entonces, ¿qué hay detrás de todo esto en realidad?
El discurso ancestral se ha popularizado en las últimas décadas, siendo incluso motivo de publicaciones científicas, como pasó en prestigiosas revistas en el campo de la nutrición como la American Journal of Clinical Nutrition, con este artículo de Cordain y colaboradores en el año 2000.
Sus estimaciones sugerían que muchos grupos cazadores-recolectores obtenían más de la mitad de sus calorías de alimentos de origen animal y que deberíamos utilizar esa dieta, dando origen en cierto modo al concepto de “paleodieta”, o "Dieta Paleolítica". A título personal, te confieso que cuando leí el artículo, la fuente de datos para realizar esta afirmación me pareció bastante débil.
Como respuesta a esta publicación, la revista incluyó lo que se conoce como un comentario editorial, una especie de “aclaración” o reflexión crítica que la revista considera importante incorporar al debate, también para orientar la interpretación del lector.
Y el punto fue claro: los datos no reflejaban la realidad. Eran en gran parte juicios subjetivos de observadores de campo que documentaban cómo vivían distintas sociedades de cazadores-recolectores y que además estaban sesgadas y carentes de representatividad, además de existir una gran variabilidad en el patrón de diferentes sociedades cazadoras-recolectoras.
En la publicación original, los autores hipotetizaron un modelo que estimaba la proporción “plantas-animales”, y los macronutrientes en función de las condiciones ambientales y ecológicas en las que vivían esas sociedades, bajo la premisa de que la ecología limita el tipo de animales “disponibles” y plantas recolectables.
Pero cuando miramos evidencia directa... hay algunas sorpresas. Por ejemplo, a partir de análisis en el cálculo dental de neandertales, se observan restos de legumbres, dátiles, semillas, tubérculos y cereales cocinados.

La conclusión vendría a ser que nuestros ancestros no solo comían carne, sino que se alimentaban de lo que podían, que quizá incluso cocinaban más de lo que pensábamos e incluso sabían procesar lo que tenían disponible en función de su contexto y entorno.
La diversidad como norma, no como excepción.
Cuando medimos de forma directa lo que comen distintos grupos de cazadores-recolectores acutales, como se hizo en este estudio, y al comparar todo con la actual “Dieta Paleolítica”, lo que parece más claro es que hay muchas diferencias entre todas ellas.
La conclusión de los investigadores fue que la variación entre grupos de cazadores-recolectores es tan amplia que ninguna dieta única representa la alimentación ancestral. Parece, de hecho, que no existió realmente esa dieta única.

Prueba de esto es la existencia de poblaciones con estilos de vida cazador-recolector como los Kung, cuyo patrón alimentario incorpora una proporción de alimentos vegetales alta, cercana al 60-70%.
Ahora bien, pese a lo anterior:
¿Eran realmente más sanas las poblaciones ancestrales?
Dado que se utilizan para justificar que lo ancestral es lo mejor para tu salud, y que su dieta es la óptima, es importante investigar si realmente estaban más sanos. Esto te va a sorprender, porque estudios realizados en momias y yacimientos nos muestran hallazgos que no esperábamos.