#94. Cómo prevenir y combatir eficazmente la enfermedad de Alzheimer.
Probablemente hayas escuchado a tus padres o abuelos quejarse alguna vez de “falta de memoria”.
Este puede ser el punto de partida de algo más. A veces, empiezas a observar un deterioro gradual en su comportamiento, en tareas que antes dominaban y que ahora las realizan de un modo algo torpe.
Estás ante una demencia. Las hay de varios tipos. De todas, la enfermedad de Alzheimer es la más relevante.
Todavía no existe una cura, pero sí disponemos de formas y herramientas para ralentizar su progresión, con las que podremos dar a nuestros mayores la calidad de vida que se merecen.
Empezamos.

¿Qué es la demencia?
El concepto “demencia” engloba un grupo amplio de enfermedades en los que se produce un declive de las funciones cognitivas, que son los mecanismos mentales mediante los que procesamos la información para comprender y adaptarnos a nuestro entorno.
Y así, entre sus síntomas más frecuentes está la pérdida de la memoria, la atención, la orientación, el lenguaje, la planificación, el razonamiento o la toma de decisiones, las cuales son fundamentales para nuestro desempeño diario.
Cuando alguien padece una demencia, millones de neuronas cerebrales degeneran y casi mueren de forma paulatina e irreparable, lo que merma gradualmente sus funciones cognitivas hasta terminar en una situación de dependencia. Sin embargo, la mayoría de casos se detectan en el paso previo, que es el deterioro cognitivo, un estadio inicial con síntomas similares pero que aún no interfieren demasiado en la actividad cotidiana.
Debes saber una cosa:
La demencia no es inherente al envejecimiento cerebral normal.
No es cosa de la edad. Por ello, hay que desterrar el concepto desfasado de “demencia senil” o eso de que el “deterioro cognitivo propio de la edad”. Con el paso de los años es habitual tener despistes o necesitar más tiempo para aprender y realizar tareas, pero cuando estos problemas empeoran y comprometen la autonomía nos encontramos ante una enfermedad, no ante un proceso fisiológico natural.
Su impacto es enorme.
Las demencias afectan a 58 millones de personas en el mundo, a los que se añaden 10 millones de nuevos casos anualmente. Esta tendencia cada vez es mayor debido al envejecimiento de la población, pero también debido a algunos factores ambientales que cada vez son más frecuentes. Además, son una de las principales causas de discapacidad y dependencia en ancianos, lo que genera graves repercusiones no solo en la vida del paciente, sino también en la de sus allegados.
Si no ocurren por la edad… ¿Cuál es su causa?
Pues bien. No podemos negar que la genética juega una parte, pero las sociedades internacionales de Neurología calculan que casi la mitad de los casos son debidos a factores ambientales clave en su desarrollo. Aprender cuáles son y evitarlos podría evitar hasta el 40% de los casos de demencia.

Sin embargo, y a pesar de que no es inherente a cumplir años, sí que es franco destacar que la edad importa, ya que el riesgo de padecer demencia se duplica a partir de los 65 años... en personas que acumulan riesgo de ello. Las demencias en personas más jóvenes son infrecuentes, así como las demencias hereditarias, lo que es diferente a tener más riesgo de padecer una demencia si hay antecedentes familiares.
La demencia más relevante: la enfermedad de Alzheimer.
La enfermedad de Alzheimer representa hasta el 60-70% de todas las demencias, y suele ocurrir en mayores de 65 años.
Su causa no se conoce bien, pero sí sabemos que está relacionada con la acumulación anómala de proteínas que daña las neuronas cerebrales y ocasiona su degeneración y muerte.
No obstante, la neurodegeneración del Alzheimer comienza muchos años antes de dar la cara, y cuando ya es manifiesta comienzan los síntomas típicos: inicialmente pequeños olvidos cada vez más limitantes que se siguen de “bloqueos” al hablar, repetición de frases y dificultades para el reconocimiento visual. Comúnmente son los familiares los que perciben estos problemas y no los pacientes, que pueden minimizarlos o incluso negarlos.
Con su avance, estos síntomas derivan en un desaprendizaje de tareas complejas, como el vestido, el aseo personal, la alimentación o las relaciones interpersonales, y aparecen otros como las alucinaciones, los trastornos del sueño o los cambios en el comportamiento.
Transcurridos unos 10 años desde su debut tiene lugar la fase final, un estadio de dependencia total con pérdida completa de autonomía que concluye en la muerte del paciente por complicaciones derivadas como infecciones o caídas.
Así puedes ralentizar su progresión.
Como te decía, aún no existe una cura para la enfermedad de Alzheimer, dado que los mecanismos que la subyacen y que podrían ser una diana terapéutica no se conocen con exactitud. Sin embargo, sí tenemos tratamientos para manejar sus síntomas y desacelerar su deterioro.