#16. La maldita lipoproteína (a). ¿Sabes si la tienes? El marcador oculto de riesgo de infarto.
Has descubierto que tienes la lipoproteína a alta, y te han dicho que ello aumenta tu riesgo de sufrir un infarto.
Y has leído que no hay tratamiento para ello.
La vida te ha sentenciado, algún día morirás de infarto.
¿Es esto cierto?
Posiblemente, no del todo.
Acompáñame, que te lo cuento y te lo desentraño y te lo explico como nadie.
Qué es la lipoproteína a.
Mira. Si recuerdas, el colesterol no puede “viajar” solo por tu sangre, sino que al ser insoluble, necesita de unos transportadores, como comentamos en este artículo. Esos transportadores son las lipoproteínas. Se clasifican según su composición y densidad. Los más conocidos, el LDL (por sus siglas en inglés de lipoproteína de baja densidad) y el HDL (lipoproteína de alta densidad).
Las lipoproteínas tienen una capa externa de lípidos (principalmente fosfolípidos y colesterol) y proteínas, que protege un núcleo de colesterol y triglicéridos. Pues bien, esas proteínas de su estructura son las llamadas apolipoproteínas. Y hay una especial, cuya proporción está determinada genéticamente. Es la que llamamos apo(a).
Y así, la lipoproteína (a) no es más que un transportador de colesterol similar al LDL, pero que en su capa externa tiene un apo(a) unido a su apoB.
Esto, que podría ser una anécdota, resulta ser muy importante. Porque el nivel que tu cuerpo produce de lipoproteína (a) -a partir de ahora Lp(a)- se asocia con tu riesgo de sufrir un evento cardiovascular. Y ello incluye tanto al infarto de corazón como a otros problemas como valvulopatías. Niveles elevados de Lp(a) son un factor de riesgo independiente para estos eventos, lo que nos hace a los médicos considerarlo como un biomarcador del riesgo cardiovascular que una persona tiene.
Otra peculiaridad de la LpA es que, a diferencia de otros factores de riesgo lipídicos, la concentración plasmática de Lp(a) está determinada en gran medida por la genética. Así, el nivel de Lp(a) varía ampliamente entre personas y se mantienen relativamente constante a lo largo de la vida de una persona, aunque es verdad que pueden ser modificados por ciertos factores no genéticos u otras condiciones patológicas.