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#55. El hambre emocional. ¿Qué es y cómo aprender a manejarla?

Aunque no queramos, la comida nos rodea, nos inunda.

Y no nos damos cuenta, pero atajamos tantas cosas con comer. Es una fuente de placer.

Muchas veces, detrás del hambre no hay un hambre real, sino un modo de apaciguar emociones que no nos gustan.

¿Te has preguntado alguna vez si tienes hambre emocional?

En este artículo te enseño cómo aprender a identificarla, 

y cómo gestionarla.

Artículo hiper práctico. Acompáñame.

1. COMER EMOCIONAL: UNA FORMA DE AUTORREGULAR NUESTRAS EMOCIONES

Decimos que comemos emocionalmente cuando usamos la comida para autorregular nuestras emociones.

Tener hambre emocional significa sentir deseo de comer cuando lo que deseamos realmente es manejar, calmar o eliminar una emoción que nos altera de algún modo o que nos resulta desagradable e incómoda. Puede tratarse de estrés, euforia, tristeza, aburrimiento, rabia o ansiedad, entre otras.

El hambre emocional es la venda que nos ponemos en los ojos para no mirar lo que realmente sentimos.

La comida nos ofrece un escape temporal, pero no resuelve nada.

2. LA CIENCIA DETRÁS DEL HAMBRE EMOCIONAL

Sabemos que cuando estamos estresados, tristes, o aburridos, en nuestro cuerpo existen niveles disminuidos de las hormonas del placer. La oxitocina, la dopamina, la serotonina y las endorfinas están bajas. Y, por tanto, tendremos escasos niveles de los neurotransmisores responsables de que sintamos placer, motivación, y felicidad. Cuando recurrimos a la comida, lo que estamos haciendo es cambiar nuestra bioquímica cerebral para volver a sentirnos bien.

Y es que la comida lo consigue, al menos temporalmente.

Cuando comemos aumentan nuestros niveles de dopamina, endorfinas y serotonina, neurotransmisores responsables de que sintamos felicidad, calma, motivación, bienestar, etc. La comida es, en estos casos, un atajo emocional.

Tras una comida, la liberación de opioides y hormonas del placer se dispara en el cerebro. Fuente: https://www.jneurosci.org/content/37/34/8284

Lo que ocurre es que lo que nos está provocando ese malestar no desaparece porque comamos. Conseguimos una calma momentánea, pero, al poco, volvemos a sentirnos aburridos, nerviosos o deprimidos y, además, a veces, puede aparecer “culpa” por haber usado la comida para calmarnos, añadiendo más malestar a este cóctel emocional tan desagradable.

Es cierto, la comida calma. El problema viene cuando solo sabemos equilibrar nuestro mundo emocional comiendo.

EL CEREBRO TOMA EL CAMINO MÁS RÁPIDO:

Si le hemos contado a nuestro cerebro que la comida es un buen anestésico, motivador, o fuente de placer, probablemente habremos generado una huella en el cerebro y volvamos una y otra vez a usar la comida cuando necesitemos autorregularnos. Nuestro cerebro prefiere ir a lo fácil para escatimar recursos, así que tomará este atajo, esta vía rápida que ya conoce y que le da un alivio instantáneo al “dolor emocional”. Este círculo vicioso está en la raíz de la dependencia a la comida, un trastorno que sufren muchos comedores emocionales sin saberlo.

Algunos autores sugieren que las personas con dificultades en su gestión emocional tienen mayor predisposición a experimentar y a sufrir las consecuencias del hambre emocional, y destacan cómo de importante es aprender a manejar el estrés y otras emociones para no depender de la comida.

Pero por más que queramos, la comida no va a llenarnos el vacío emocional.

3. CÓMO DIFERENCIAR HAMBRE NUTRICIONAL DE HAMBRE EMOCIONAL

Hay muchos tipos de hambre. Y que todos son válidos. Pero es importante aprender a identificar de qué tenemos hambre. Si es hambre de comida, o es hambre de diversión, de placer, o hambre de calma. Esta perspectiva es muy interesante porque nos devuelve algo que creíamos haber perdido: nuestra capacidad de elección. Si sabemos qué necesitamos realmente cuando sentimos “hambre” podemos decidir con libertad si vamos a por ello o a por la comida.

No pasa nada por recurrir a la comida, pero que lo hagamos con consciencia. Esta perspectiva nos quita “la venda” y nos hace responsables.

Así que empecemos por diferenciar cuándo lo que tenemos es hambre fisiológica y cuándo es hambre de otras cosas, o sea, hambre emocional.

A diferencia del hambre fisiológica, que surge como una necesidad biológica de energía, el hambre emocional se caracteriza por ser impulsiva, descontrolada y caprichosa. No le vale cualquier alimento.

Lo vemos en este cuadro:

4. ESTRATEGIAS PARA MANEJAR EL HAMBRE EMOCIONAL

Aunque hemos comentado que, a falta de directrices, nuestro cerebro tomará la vía rápida, los humanos tenemos una cosa que nos diferencia del resto de los animales: un cerebro moderno con una corteza prefrontal bien hermosa, capaz de decidir con inteligencia el mejor camino para nosotros, aunque sea más costoso que tomar el atajo.

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